Blog

LA AUTOESCUELA EN CASA

Anecdotario de un profesor de autoescuela

Llevo más de doce años enseñando a conducir, calculo que a unas doce clases diarias suman un total, clase arriba clase debajo, de treinta y un mil seiscientas ochenta, en las que he vivido y afortunadamente sigo viviendo anécdotas de todo tipo, he de decir que las más divertidas  se suelen producir el día del examen práctico, debe ser que los nervios ante esta prueba nos anulan el cerebro, la voluntad y las ganas de vivir, y digo “nos” porque lógicamente yo también me he examinado y tengo mi anécdota particular, como todo el mundo.

Antes de empezar me gustaría decir lo afortunado que me siento haciendo este trabajo, no es fácil ya que hay que tratar con gente de todo tipo, pero en el noventa y nueve por ciento de los casos la experiencia es positiva, y encima la mayoría de la gente recuerda con cariño la  época en la que se sacó el carnet de conducir, en mi caso particular aprovecho para mandarle un saludo a mis profesores José Olmedo y su mujer, Cristina. Estoy más que convencido de que si no me hubiera tropezado en su camino hoy yo no sería profesor, para mi fueron mucho más que unos simples profesores de autoescuela…

EL EXAMEN MÁS CORTO DE LA HISTORÍA

Suele ocurrir, y si este articulo lo está leyendo algún profesor estoy seguro de que me dará la razón, que cuando un alumno viene a la autoescuela y sus primeras palabras son “yo ya se conducir” lo más probable es que necesite tropecientas clases y sea bastante difícil hacerle entender que a lo mejor no sabe tanto como él cree, y que una cosa es manejar un poco el coche por el pueblo y otra muy distinta es “conducir” con todo lo que ello implica.

—Bien, este fue el caso de Carlos, un chico Portugués que fue alumno hará unos diez años, se empeñó en ir a examen a toda costa a pesar de que yo le demostraba por activa y por pasiva que aún no tenía el nivel suficiente para superar la prueba.

Bueno pues cuando estamos esperando para empezar el examen sorteamos los puestos en que cada alumno va a realizar el examen y él decide ser el último, su explicación es que como él es el mejor de los cuatro, no quiere que el examinador compare a los demás con él, y suspendan por comparación. Pues nada, él va el último, terminan sus compañeros y el que le precede estaciona el vehículo para terminar su examen y realizar el cambio de alumno.

—bien Carlos, cuando estés preparado me avisas que comenzamos- dice el examinador, Carlos procede, se coloca meticulosamente cada retrovisor, se pone el cinturón con cara de “vas a ver a un piloto”, quita el freno de mano, y se dispone a salir, ­­­­­—ya está, cuando usted me diga ― de acuerdo, salga usted del estacionamiento y de momento vamos todo recto, Carlos observa por los retrovisores, pone la primera, o eso pensaba él, y le mete una hostia al de atrás que no me dio tiempo ni a verla venir, -pero vamos a ver Carlos ― dice el examinador tan sorprendido por el golpe como yo, ¡no se da cuenta que ha puesto marcha atrás en vez de primera!, el pobre no sabía ni que decir, ― yaaaaaaaa es que…, ―ni es que ni esca… vamos el golpe que le ha dado, anda bájese del coche que hemos terminado la prueba…

Pero no contentos con esto la semana siguiente Carlos vuelve a examinarse ya que según él la semana anterior había suspendido por un despiste, “un despiste que todavía tengo grabado en el parachoques”

Bueno pues esta vez Carlos va en tercer lugar por lo tanto le toca comenzar el examen dentro del centro de exámenes, yo llevo toda mi vida examinando en Móstoles, algunos lo conoceréis pero para los que no os describo brevemente… los que empiezan el examen en tercer lugar generalmente suelen comenzar desde el carril izquierdo de una calle de dos carriles, justo a nuestra izquierda está el edificio donde están el aula de teórico la cafetería y las oficinas de tráfico y en frente como a unos cincuenta metros hay un circuito específico para realizar las pruebas de camión y autobús, por lo que para no meterse a dicho circuito hay un prohibido del tamaño de la luna de Valencia que además pone debajo, “excepto vehículos autorizados”  que por tanto nos obliga a seguir hacia la izquierda para rodear el edificio y abandonar el centro de exámenes.

―bien Carlos, colóquese tranquilamente los mandos y como le he dicho a sus compañeros seguiremos de frente “siempre que la señalización nos lo permita” y si le mando algún giro se lo indicaré con antelación suficiente, ¿me ha entendido?, ―perfectamente- contesta Carlos.

―Venga pues nos vamos, y allá que fuimos, derechitos a la prohibida que se veía de frente resplandeciente y luminosa, ―¿pero qué hace?, grita el examinador, ¿no le acabo de decir que iremos de frente si las señales lo permiten? Carlos no sabía dónde meterse, había suspendido por segunda vez en menos de cinco segundos, ―¡ande pare usted el coche que hemos terminado la prueba! Años después nos reímos al recordarlo cuando nos vemos, sobre todo porque siempre le digo que en aquel segundo examen parecíamos Thelma Y Louis entrando a cámara lenta en aquella calle prohibida mirándonos el uno al otro a cámara lenta cómo si cayéramos por el acantilado…

Continuará…

Facebooktwitter